El momento de la inclusión financiera
Federico Martínez, country manager, Mastercard Colombia
La inclusión financiera, comúnmente conocida como bancarización, es en esencia un proceso de inclusión social con profundos efectos en la reducción de la pobreza. Es por ello que el Banco Mundial lo ha establecido como una de las prioridades del 2020 debido a que la brecha sobre servicios financieros continúa siendo una tarea pendiente en países con alta dispersión demográfica. Además, la crisis del COVID-19 nos lleva a plantear la necesidad de acelerar este proceso como una herramienta clave para la recuperación socioeconómica. Es el momento de la bancarización.
Un poco de contexto. Para septiembre del 2019, y según el Reporte Trimestral de la Banca de las Oportunidades, en Colombia hay 28,95 millones de adultos con al menos un servicio bancario, lo que se traduce en un 83,3% de la población mayor de edad. Sin embargo, al tener una mirada más cercana de la situación, observamos que este indicador solo llega al 66% en las zonas rurales e incluso al 55% en las llamadas zonas dispersas. A este escenario se le debe sumar, bajo la coyuntura actual, las previsiones de decrecimiento del Banco de la República que señala que durante el 2020 el PIB de Colombia puede caer entre 2% y 7%, impactando fuertemente la movilidad social y las prioridades de los ciudadanos.
Así, la existencia de un grave riesgo de retroceso en los logros sociales sumado a los retos frente a la inclusión financiera nos permite afirmar que la aceleración sobre la bancarización es una prioridad postcrisis debido a su potencial impacto en diferentes aspectos de la recuperación.
Por un lado, la bancarización fortalecerá la economía formal. Ante la posibilidad de cierres masivos de comercios y el descenso del consumo como consecuencia de la desaceleración económica, el encuentro entre oferta y demanda requieren más canales como lo es el comercio electrónico. En este sentido, la ampliación en el número de personas bancarizadas habilitaría la adquisición de bienes y servicios que se encuentran a una distancia significativa del consumidor o cuyo único canal de distribución es virtual.
Por el otro, el impacto en el empleo de dicha desaceleración necesita de mecanismos para que las personas puedan volverse a emplear a través del catálogo actual de alternativas, como lo es la “gig economy”, vinculada estrechamente con las soluciones financieras digitales como lo son las billeteras virtuales y las apps bancarias.
Finalmente, los planes del gobierno para la asistencia de poblaciones y empresas afectadas tienen un gran soporte en los procesos de bancarización. De manera particular, el Departamento Nacional de Planeación ha soportado la focalización de sus subsidios a través de la bancarización evidenciando el potencial de esta estrategia para la recuperación económica desde las acciones públicas.
La buena noticia es que el país cuenta con las herramientas para poder afrontar este reto tanto en tiempo como en magnitud. Contamos con las herramientas tecnológicas para hacerlo, como lo son las tarjetas débito y crédito, ambas ahora con funciones para compras online; las soluciones de banca en línea y la presencia creciente del sistema financiero en el territorio nacional que, hoy por hoy, no requiere de trámites presenciales para muchos de sus servicios. Así mismo, los canales digitales de transacciones se han ampliado considerablemente hacia las billeteras virtuales, tarjetas recargables desde los móviles e incluso hacia métodos de pagos inmediatos como lo son los pagos biométricos, los pagos con selfies o las tarjetas sin contacto.
Adicionalmente, desde el ecosistema de proveedores de tecnología financiera y de organizaciones como Asobancaria, se han venido realizando estrategias de educación financiera enfocadas en la simplificación del conocimiento para el uso de los canales bancarios. Desde Mastercard, por ejemplo, hemos reforzado nuestros mecanismos de información para el uso correcto de las tarjetas sin contacto y la seguridad durante las transacciones digitales. El camino de la educación es el camino de la adaptación exitosa.
Sin duda alguna la crisis del Covid19 nos impulsa a actuar con dinamismo y con base en las herramientas con las que contamos. La bancarización es una de estas y su aceleración será esencial para la recuperación económica del país y para el sostenimiento de los logros sociales alcanzados.
La inclusión financiera, comúnmente conocida como bancarización, es en esencia un proceso de inclusión social con profundos efectos en la reducción de la pobreza. Es por ello que el Banco Mundial lo ha establecido como una de las prioridades del 2020 debido a que la brecha sobre servicios financieros continúa siendo una tarea pendiente en países con alta dispersión demográfica. Además, la crisis del COVID-19 nos lleva a plantear la necesidad de acelerar este proceso como una herramienta clave para la recuperación socioeconómica. Es el momento de la bancarización.
Un poco de contexto. Para septiembre del 2019, y según el Reporte Trimestral de la Banca de las Oportunidades, en Colombia hay 28,95 millones de adultos con al menos un servicio bancario, lo que se traduce en un 83,3% de la población mayor de edad. Sin embargo, al tener una mirada más cercana de la situación, observamos que este indicador solo llega al 66% en las zonas rurales e incluso al 55% en las llamadas zonas dispersas. A este escenario se le debe sumar, bajo la coyuntura actual, las previsiones de decrecimiento del Banco de la República que señala que durante el 2020 el PIB de Colombia puede caer entre 2% y 7%, impactando fuertemente la movilidad social y las prioridades de los ciudadanos.
Así, la existencia de un grave riesgo de retroceso en los logros sociales sumado a los retos frente a la inclusión financiera nos permite afirmar que la aceleración sobre la bancarización es una prioridad postcrisis debido a su potencial impacto en diferentes aspectos de la recuperación.
Por un lado, la bancarización fortalecerá la economía formal. Ante la posibilidad de cierres masivos de comercios y el descenso del consumo como consecuencia de la desaceleración económica, el encuentro entre oferta y demanda requieren más canales como lo es el comercio electrónico. En este sentido, la ampliación en el número de personas bancarizadas habilitaría la adquisición de bienes y servicios que se encuentran a una distancia significativa del consumidor o cuyo único canal de distribución es virtual.
Por el otro, el impacto en el empleo de dicha desaceleración necesita de mecanismos para que las personas puedan volverse a emplear a través del catálogo actual de alternativas, como lo es la “gig economy”, vinculada estrechamente con las soluciones financieras digitales como lo son las billeteras virtuales y las apps bancarias.
Finalmente, los planes del gobierno para la asistencia de poblaciones y empresas afectadas tienen un gran soporte en los procesos de bancarización. De manera particular, el Departamento Nacional de Planeación ha soportado la focalización de sus subsidios a través de la bancarización evidenciando el potencial de esta estrategia para la recuperación económica desde las acciones públicas.
Sin duda alguna la crisis del Covid19 nos impulsa a actuar con dinamismo y con base en las herramientas con las que contamos. La bancarización es una de estas y su aceleración será esencial para la recuperación económica del país y para el sostenimiento de los logros sociales alcanzados.